lunes, 19 de marzo de 2012

PRÓLOGO DE LA SEGUNDA EDICIÓN

PRÓLOGO DE LA SEGUNDA EDICIÓN. Este libro comienza ahora por el final. Todos sabemos ya que Simón ha sido hallado y que madre e hijo, por fin, se han reunido. Hoy enfrentan juntos los desafíos, desde la perplejidad inicial de descubrir la imagen del otro en el espejo hasta la paciente y delicada tarea de cultivar un vínculo que trascienda lo formal y asuma su excepcionalidad. Este relato sigue siendo el de Sara, es su forma de contar el encuentro con Simón, de exponer frente a la sociedad su vivencia ante un hecho imposible de nombrar Algo así no se explica, se comparte, como compartieron miles de personas en todo el mundo la convicción de su búsqueda, la persistencia de su lucha, su esperanza siempre renacida. Carlos Amorin.

El encuentro

EL ENCUENTRO Desde hacía 25 años Sara había organizado lo principal de la estructura de su existencia en tomo a la búsqueda de su hijo desaparecido. Encontrarlo suponía un cambio trascendente, profundo. Ella había luchado mucho dentro suyo para que la búsqueda de Simón no se transformara en la única razón de su vida. Se formó y actuó en diversos ámbitos con sentido social, pero a medida que pasaban los años iba tomando cada vez más importancia la identificación que hacía la gente de “Sara: la madre que nunca encuentra al niño que busca”. Luchar por un espacio propio en el cual ser no sólo la madre de Simón, sino ella misma, era un propósito que vinculaba a su necesidad de libertad como persona. Durante largos períodos logró desarrollarlo, pero en otros las demás facetas de su vida desaparecían sepultadas bajo derrumbes o nuevas construcciones. Ese fue el caso particularmente después de la negativa de Gerardo Vázquez a hacerse el examen de sangre, el muchacho que Sara creyó durante quince años que era Simón. Cuando el presidente Jorge Batlle convenció a Vázquez de efectuarse el análisis de histocompatibilidad, y este reveló que el joven no es Simón, Sara creyó que el mundo se le caía encima.Quizás aprovechando la ocasión de acarrear agua para otros molinos, desde varios sectores se inició una campaña que apuntaba a responsabilizada por las consecuencias de la prolongada querella judicial contra la familia Vázquez Morales En dos medios de comunicación —Canal 12 y el semanario Búsqueda esa campaña adquirió características que podrían ser asociadas a una deliberada manipulación de la opinión pública mediante el procedimiento de ocultar parte de la información y sesgar los testimonios. En esas semanas, Raúl Olivera, el compañero de Sara, difundió una carta en la cual analizó minuciosamente los hechos y sus antecedentes demostrando la seriedad y coherencia con que se había actuado. Entre otras cosas afirmaba: “Desde el Semanario Búsqueda, aun antes de conocerse el resultado negativo de los exámenes de ADN a Gerardo Vázquez, se inició una campaña tendiente a desacreditar la lucha contra la impunidad mediante el mecanismo de responsabilizar a Sara de supuestos y reales perjuicios que la acción del terrorismo de Estado y las conductas posteriores de los poderes públicos uruguayos, han ocasionado a todos los implicados en este caso. Entre ellos, sin ninguna duda, a los integrantes de la familia Vázquez Morales”. En la carta se incluía una sintética cronología de los principales momentos de la búsqueda, puntualizando los fuertes y claros indicios que alimentaron una justificada sospecha acerca del origen del muchacho, sospecha aumentada por la cerrada negativa de la familia adoptiva a despejar las dudas mediante la discreta ejecución de un examen de sangre. Esta campaña estimuló una interpretación perversa de la realidad, según la cual Sara era culpable de buscar a su hijo desaparecido, en lugar de aceptar las reglas de la impunidad y conformarse con que “le perdonaron la vida”. Recién con la asunción por parte de Jorge Batlle de que la desaparición de Simón no era un asunto personal, sino un tema de Estado, la realidad oficial comenzó a parecerse en algo a la verdad. Sara, por su parte, se preguntó qué errores había cometido. Repasó los mil y un datos que muchos le habían aportado, datos e impresiones, percepciones. No podía creer que ella y tantas otras personas hubiesen identificado similitudes físicas y actitudinales de Gerardo Vázquez con Mauricio o con ella que, en definitiva, eran puramente imaginarias. “Hasta qué punto - se decía - la necesidad de que una cosa sea realidad nos lleva a deformarla”. De cualquier modo, lo más difícil de sobrellevar fue el sentimiento de mucha gente que se traducía en la expresión: “Pobre mujer”. “Este país es extraño - comenta ahora Sara -. Así como la reacción de alegría ante la aparición de Simón fue medida, sobria, contenida, en general también lo fue la tristeza cuando se supo que Gerardo no era quien pensábamos. Muchas veces me crucé con gente en la calle, o en el ómnibus, que no me hablaban, simplemente me miraban y me tocaban, o me apretaban una mano, o un brazo, y seguían de largo”. Cuando recuperó el aliento comenzó a ordenar su acción. Entendió que debía volver a buscar desde cero, y que esa búsqueda comenzaba en Buen Aires. Rápidamente empezaron a llegarle datos a ella misma y a otras instituciones, informaciones, posibles pistas acerca de jóvenes que podían ser Simón. La mayoría de esos casos se ubicaba en Uruguay. Ante la afluencia de información y la necesidad de recomenzar lo que pensaban sería un trabajo sistemático y sostenido de investigación, se constituyó un grupo para ejecutar tareas concretas. Sin embargo, Sara pensaba que el escenario principal de su búsqueda estaba en Argentina, que ya no era la misma de principios de los años 80, cuando se había instalado en Buenos Aires buscando a Simón. Con algunas poquísimas excepciones, casi nadie de quienes ella había conocido en aquel entonces en Buenos Aires continuaba vinculado a los organismos de derechos humanos. Sabía, pues, que sola no podría, que necesitaba un grupo de personas que la respaldara, que la sostuviera, que compartiera con ella la responsabilidad de construir una búsqueda. Una revisión detallada de casos similares produjo elementos que fortalecían la hipótesis de que Simón debía estar en Buenos Aires. Le dieron especial importancia a la reconstrucción minuciosa del caso de Ernesto Anzalone Álvarez por su similitud con el de Simón. Ernesto tenía menos de dos años de edad cuando fue secuestrado junto a su tía Laura Anzalone y su compañero, José Félix Díaz. Ocurrió el mismo día en que secuestraron a Sara y a Simón, el 13 de julio de 1976, y por los mismos comandos en Buenos Aires. El padre de Ernesto, Pablo Anzalone, estaba preso en Montevideo; la madre, Rita Alvarez, había sido detenida meses antes en el departamento de Colonia, cuando intentaba ingresar al Uruguay en una casa rodante junto a otros dos militantes del PVP. Gracias a una llamada entonces anónima -después se sabría que provino de Tota Quinteros, madre de la maestra desaparecida en Uruguay Elena Quinteros - los abuelos de Ernesto pudieron recuperarlo luego de una paciente e insistente investigación, muy similar a la que también hizo en esos mismos días el padre de Sara intentado hallar a Simón. Hoy se puede percibir las numerosas similitudes entre ambos casos, lo que indicaría que ése fue el modus operandi en los operativos del 13 de julio de 1976. Habían pasado ya casi seis meses desde la creación de la Comisión para la Paz, cuyas limitaciones y resultados decepcionantes fueron el desencadenante para que se articulara la “Iniciativa Simón Sí”. La estrategia adoptada por el grupo fue reclamarle al Poder Ejecutivo una acción decidida y consecuente de investigación, que pusiera en funcionamiento todos los mecanismos con que cuenta el Estado para terminar con un crimen cometido y perpetuado desde el propio Estado. Se habilitó la página web (www.simonriquelo.org.uy) sobre el caso de Simón y rápidamente se iniciaron gestiones concretas como, por ejemplo, una campaña nacional e internacional de firmas en ocasión del Día de la Madre, en marzo del 2001, el envío de cientos de miles de correos electrónicos al presidente Jorge Batlle, las “llamadas por Simón” que el 22 de junio de ese año hicieron resonar los tambores en todo el Uruguay y muchos otros lugares del mundo, para recordar, conmemorar, que ese día Simón cumplía 25 años, y particularmente, la organización de una gira de Sara por Europa, así como la búsqueda de formas en las cuales la gente pudiese participar en la campaña. Mientras tanto, a nivel oficial la Comisión para la Paz integrada por iniciativa presidencial decía estar trabajando en el caso. El gobierno, no obstante, ya había anunciado claramente que no se trataba de investigar realmente, sino de “solicitar información sobre los desaparecidos a quienes la puedan tener”. Sara y Raúl, así como quienes integraban la Iniciativa Simón Sí, pensaban que eso no era suficiente, como quedaría finalmente demostrado. Atendiendo a una solicitud previamente cursada, el 7 de marzo de 2001 Sara fue recibida junto a Luz Ibarburu por el doctor Carlos Ramela, representante presidencial en la Comisión para la Paz. Luego de la entrevista Sara difundió una declaración en la cual explicaba que siete meses después de haber sido creada esperaba recibir de la Comisión algún dato nuevo concerniente a su hijo desaparecido. Lamentablemente, el abogado no tenía ninguna novedad positiva, y relató que, entre otras versiones, habían recibido una que afirmaba que el niño había sido entregado en malas condiciones de salud a una clínica privada de la zona donde Sara fue secuestrada, y que probablemente Simón hubiese muerto. La pregunta que alguien debería contestar es: ¿qué fuentes militares aportaron esas informaciones, las mismas que ahora, casi al fin de 2002 dieron fechas de la muerte de muchos de los desaparecidos? Los comentarios de Sara resultan ahora premonitorios y doblemente conmovedores: “De ninguna manera voy a debilitar mi acción en la búsqueda de Simón - proclamó entonces -. Los niños robados que hemos hallado en Argentina y Uruguay, lo han sido por el apoyo solidario de mucha gente y la acción desarrollada por organismos de derechos humanos, sin apoyo del Estado. Agrego ahora que seguiré buscando: pocos casos de secuestros y apropiación de bebés cuentan con un número de testigos tan amplio como el de Simón. Sus ejecutores están claramente identificados, y en algunos casos hasta fueron procesados por la justicia argentina. Sin embargo, en Uruguay gozan de impunidad ante la pasividad del Estado”. En esa misma declaración Sara recordó que en su última entrevista con el presidente Batlle, en junio de 2000, éste se había comprometido a indagar al teniente coronel (R) Juan Antonio Rodríguez Buratti, alias “301”, pieza clave en la fase uruguaya de la Operación Cóndor y directo responsable del destino que le asignaron a Simón. Poco después Sara supo que esa reunión se había efectuado. Esa manipulación fue el disparador de la decisión de lanzar la campaña internacional y la movilización en Uruguay. Así las cosas, se estructuró la gira europea de Sara que durante un mes y medio produjo más de 100 encuentros, entrevistas, audiencias y apariciones en los medios de comunicación en cinco países. Sólo manteniendo una disciplina férrea logró resistir el tremendo ritmo de trabajo con actividades de mañana y de tarde todos los días, y con permanentes y largos traslados en automóvil. Sara recuerda con profundo agradecimiento y afecto a Christian y Ulla, la pareja de austríacos que la acompañó-auxilió durante todo el viaje, y a Zelmar “Chicho” Michelini, que como integrante de la agrupación “¿Dónde están?”, de Francia, con organizaciones hermanas en Bélgica y Suiza, jugó un papel muy importante en el montaje de una gira que fue posible sobre todo gracias al apoyo y solidaridad de cientos de personas, latinoamericanas y europeas. Sara se sorprendió de encontrar en todos los países que visitó a numerosos uruguayos movilizados por Simón. Por otra parte, la unanimidad de los políticos con los que se entrevistó se escandalizaba por la “impunidad a la uruguaya” que permite que los represores vivan tranquilamente en la misma ciudad que sus víctimas de antaño, particularmente en el caso de quienes aún buscan a sus familiares desaparecidos. Entre todos los apoyos que recibió en esa gira, tuvo especial importancia el de un grupo de 15 parlamentarios europeos que se unieron para apadrinar la búsqueda de Sara, y que, en un gesto que los distingue, tras la aparición de Simón ampliaron su padrinazgo a todos los desaparecidos uruguayos. Cuando Sara aún no había culminado esta gira, el gobierno uruguayo comenzaba a resentir sus efectos e intentó contrarrestarlos. El presidente Batlle comentó públicamente el caso haciendo afirmaciones inexactas, y la propia Comisión para la Paz, por medio del doctor Carlos Ramela, intentó desprestigiarla sugiriendo que el verdadero interés de Sara no era hallar a su hijo sino hacer una campaña política contra el gobierno. El colmo de esta maniobra fue la afirmación de que en los últimos 45 días se habían recibido nuevas informaciones cuya verificación exigía que se efectuaran en Buenos Aires pruebas de histocompatibilidad en varios jóvenes que podrían ser Simón. Esas pruebas, según declaró la Comisión, no se podían concretar porque Sara no respaldaba “formalmente” la indagatoria y por ello ese organismo había solicitado a Abuelas de Plaza de Mayo que iniciara gestiones ante el Poder Judicial, el único que podía ordenar la pericia hematológica. Obviamente, todo esto era una invención. Una atenta mirada sobre las declaraciones y publicaciones de aquel momento revela que se manipularon informaciones, se inventaron otras, se deformó declaraciones de terceros, se introdujo todo en una licuadora, se lo molió intensamente y el resultado fue vertido en un molde preestablecido que algunos medios obsecuentes se complacieron en reproducir. De hecho, como lo demostraron una carta de Raúl publicada cuando Sara aún se encontraba en Europa para salir al cruce de esta campaña, y un comunicado difundido por la Iniciativa Simón Sí, así como una declaración pública de Sara al regreso de su gira, y después de haber viajado a Buenos Aires y comprobar que allá no había ningún pedido de examen de ADN con relación a su caso. Tampoco había ninguna traba para que estos se hicieran, al contrario de lo que habían afirmado públicamente integrantes del gobierno. La verdad es que nada impidió al Estado uruguayo investigar en Uruguay o Argentina, ni tomar acciones de cualquier tipo para ubicar a Simón en ningún momento, y mucho menos lo hizo la propia Sara Méndez. El gobierno, y la Comisión para la Paz, chocaron con sus propias limitaciones, pero intentaron usar a Sara como chivo expiatorio. El propio desarrollo posterior de cómo se llegó a Simón es la prueba definitiva de la ausencia de capacidad o voluntad de investigar que exhibieron el gobierno y la Comisión. Después de regresar de Europa, Sara continuó alentando diversas causas judiciales en Argentina relacionadas con su caso, y viajó a numerosas ciudades del Interior donde se habían organizado las emotivas “Llamadas por Simón”. Quizás como nunca antes la sociedad uruguaya se mostraba profundamente movilizada por la causa de Sara y Simón. - En esa época Sara y Raúl se entrevistaron con el senador Rafael Michelini, quien les comunicó que estaba desarrollando contactos en Argentina con personas que podrían tener información sobre el asesinato de su padre y quizás aportar datos sobre Simón. En febrero de 2002 Sara se reunió con el periodista Roger Rodríguez, que estaba investigando algunas desapariciones ocurridas en aquel país, quien le adelantó que junto con el senador Michelini habían seguido una pista hasta hacía poco tiempo, pero que la habían abandonado. Rodríguez le proporcionó toda la información disponible al respecto para que ella continuara la investigación si lo creía pertinente. El dato concreto provenía de una persona que había participado directamente en la represión como integrante de los comandos operativos, quien afirmaba que el niño llamado Simón había sido abandonado por los secuestradores esa misma noche en “el Hospital Norte de la calle Cabildo”, ubicado en el entorno de la casa donde habitaban Sara y Mauricio. Inmediatamente Sara y el grupo de tareas se abocaron a encontrar el hospital y a conocer los nombres de los policías que revistieron en las comisarías de la zona en aquella época. Al día siguiente de esa entrevista escribieron a Buenos Aires, a una joven con la que intercambiaban información y colaboraba en tareas de investigación - ella todavía busca a su hermana nacida en cautiverio -, solicitándole que averiguara la ubicación del Hospital Norte y el listado de las dependencias policiales de la zona. Apenas un día después recibieron la primera respuesta: la ubicación exacta del hospital. Y diez días más tarde les llegó la lista de las comisarías de la zona, incluyendo los nombres del personal policial que revistó en ellas en 1976. Decidida por la obtención de ese cúmulo de datos claros y concretos, Sara planeó un viaje a Buenos Aires para mediados de marzo, con el fin de continuar la investigación a partir de esas pistas. Unos días antes de viajar, el 2 de marzo de 2002 recibió una sorprendente llamada telefónica de Margarita Michelini, quien fuera secuestrada el mismo día que Sara y otras 23 personas en Buenos Aires e igualmente repatriada clandestinamente al Uruguay. Margarita le comunicó que tenía intención de hacerle una visita junto con su hermano, el senador Rafael Michelini. Concretaron para el día siguiente, sábado, a las 11 de la mañana. Sara intuyó inmediatamente que se trataba de algo muy importante, quizás valorando que Rafael no se haría acompañar por Margarita si se tratara de un asunto banal. Pero como no era la primera vez, ni mucho menos, que recibía una información cuya fuente consideraba importante, aunque luego se comprobara que no lo era o que terminaba en una vía muerta, se preparó con calma para la reunión. Margarita y Rafael llegaron con puntualidad a la chacra donde viven Sara y Raúl. Después de los saludos formales, los cuatro se sentaron en los cómodos sillones ubicados en la sala de la casa, junto a una amplia estufa a leña. Rafael no le había comunicado a Margarita el objeto de la visita, apenas había cedido a adelantarle muy parcialmente el tema durante el trayecto en automóvil, y sólo ante la insistencia comprensible de su hermana. El ambiente tenso, nervioso hasta la crispación, sorprendió a Sara, que se había preparado para un encuentro más distendido. Rafael comenzó a hablar eligiendo cada una de sus palabras. Había continuado investigando la pista que obtuviera junto a Roger Rodríguez, e incluso había proporcionado esa información inicial a la Comisión para la Paz, pero cuando comprendió que por ese lado no surgiría nada nuevo retomó su investigación personal, esencialmente dirigida a elucidar las circunstancias y los responsables del asesinato de su padre por militares uruguayos en 1976 en Buenos Aires, pero que también enfocaba particularmente el caso de Simón. Esa mañana, mientras los demás escuchaban en completo silencio, Michelini afirmó estar casi seguro de haber encontrado a Simón, admitiendo que había tenido muchísima suerte. Explicó la situación: había recibido cuatro nombres de personas que podrían tener algún dato sobre el destino de Simón. Investigó sus números telefónicos, y una vez logrados debía empezar las gestiones para obtener una entrevista con cada uno de ellos. Poder identificarse como un senador uruguayo le ayudaba. Empezó con el primero de la lista. Le explicó quién era, qué estaba haciendo en Argentina, y le solicitó una entrevista personal a la que su interlocutor accedió. Durante el encuentro Michelini reiteró lo que había mencionado telefónicamente y luego describió el caso de su padre así como el de su hermana, Margarita. Mencionó el Pozo de Orletti, donde permanecieron secuestradas centenares de personas que luego fueron asesinadas, y por donde pasaron decenas de uruguayos. Luego continuó relatando el caso de Simón, y el hombre que tenía delante fue reconociendo que, una a una, todas las piezas encajaban con el del niño que él había adoptado hacía 26 años. Recordaba perfectamente aquella noche del 13 de julio de 1976 porque había sido la más fría en muchos años, la misma en la que aquel niño había llegado a su casa. “Fue una gran casualidad - reconoció Michelini -. Yo pensaba que este hombre podía darme información, pero en realidad es la persona que yo buscaba, la que tiene a Simón”. A esa altura del relato Michelini apenas lograba contener su alegría, mientras que Margarita se mantenía más circunspecta. Sara, por su parte, recurría a la experiencia para poder valorar lo que estaba escuchando, y recordó que algo parecido había pasado con Germán Araújo cuando le comunicó la información sobre Gerardo Vázquez, una pista a la que Sara se aferró durante 15 años y que finalmente se reveló falsa. Sabía que muchas veces las personas se involucran tanto con estos temas que a veces no pueden evitar teñir los hechos con sus propios deseos. De cualquier forma, muy rápidamente comenzó a sentir que todo lo que le decían tenía sentido, tenía sentido en sí mismo y además calzaba mucho mejor que cualquier otro caso antes analizado con la idea que ella se había forjado de las características del suyo a lo largo de los años. Desde el abandono en una clínica hasta el hecho innegable de que había sido recogido por una familia vinculada a la Policía. Quizás el elemento más disonante era que no se trataba de una pareja que estaba esperando poder apropiarse de un hijo por imposibilidad de tener los propios. Luego de aportar estos detalles y de responder algunas preguntas, dirigiéndose a Sara, Michelini dijo: “Creí que quien primero debía saber esto sos vos; ahora estoy a lo que decidas”. La importancia de la información que les había trasladado Michelini no impidió comparar la diferencia entre la actitud del parlamentario y la de la Comisión para la Paz, que desde hacia meses no le proporcionaba a Sara ninguna información personal. Ella recibía por intermedio de la prensa lo que la Comisión decidía difundir acerca de Simón. Fue evidente para todos los que estaban reunidos allí esa tarde, una especie de intuición obvia, un pálpito sentido como casi infalible, que algo había cambiado para siempre. Pero nadie lo dijo. La reunión fue derivando hacia el análisis de los pasos que se darían a continuación. Esa tarde Sara repasó mentalmente todas las gestiones que, orientado por Mauricio, hizo su padre, Francisco, pocos días después de su secuestro en Buenos Aires y mientras ella estaba en cautiverio. Francisco recorrió todos los hospitales, incluido el ahora mencionado, todas las comisarías, todas las clínicas, las Casas Cunas, las iglesias, incluso a veces acompañado por funcionarios de Naciones Unidas, pero en ningún lado le dieron información acerca de Simón. Pocos días después del secuestro Francisco se cruzó en las inmediaciones de la casa donde habían vivido Sara, Mauricio y Simón, con algunos de sus compañeros que recorrían la zona, comprobando que la vivienda estaba siendo utilizada como una especie de «cuartelillo» de la Policía Federal. El miércoles 6 de marzo Michelini se volvió a comunicar con Sara y le informó que había mantenido una conversación telefónica con el padre adoptivo del joven, quien le confirmó que, según lo convenido, habían hablado con él y que aceptaba hacerse el análisis de compatibilidad genética. Hasta ese momento Sara no conocía los nombres de ninguno de los personajes, sus direcciones ni profesiones. Siguiendo las sugerencias de la familia adoptiva, Michelini propuso que el examen de sangre se efectuara con total privacidad y de manera compartimentada en una clínica privada, a lo que Sara se negó por varios motivos: no comprendía las razones profundas de tal procedimiento, ya tantas veces utilizado en Argentina, y hasta recordaba algún caso en el que se había empleado ese mecanismo y después de que se hubiese probado la identidad del desaparecido, los familiares adoptivos - y a veces hasta el propio joven localizado - habían dado marcha atrás demorando durante años el proceso de restitución. Sara y Michelini hablaron frontalmente, sin ambages, y acabó primando el criterio enunciado por Sara: “No sé qué intereses puedan tener los demás en este asunto, y hasta los respeto, pero yo puedo ser la madre de este muchacho, o por lo menos soy la mujer que lo está buscando hace 25 años. Quiero que las cosas sean transparentes, claras y directas, porque de lo contrario podemos ingresar en una historia de nunca acabar”, argumentó Sara con firmeza. El acuerdo con Michelini fue trasladar esa propuesta a los padres adoptivos, para lo cual el senador viajaría a Buenos Aires. En el mediodía del viernes 8 de marzo Sara participó en un programa de televisión centrado en el Día Internacional de la Mujer. Cuando salía de las instalaciones del canal, acompañada por Margarita Musto, sonó su celular. En e! cruce de Bulevar Artigas y Garibaldi el tránsito es muy intenso a esa hora; y ella escuchaba con dificultades lo que le decían desde el otro lado. Comprendió que la llamada era de Rafael Michelini. - Hola, Sara... Estoy en Buenos Aires. Esperá que te paso con XXXXX. Sara no sabía quién era la persona que había nombrado Michelini, aunque supuso que sería alguien que estaba trabajando con él en ese momento, que lo estaba ayudando en sus gestiones. - Hola. Habla XXXXXX - dijo Simón, presentándose con e! nombre que le pusieron sus adoptantes. - Ahh, mucho gusto - respondió burocráticamente Sara, sin saber que esas estaban siendo las primeras palabras que le decía a su hijo desaparecido desde hacía 26 años. El muchacho continuó la conversación y a medida que él hablaba Sara iba comprendiendo que estaba escuchando la voz de Simón. El entorno fue desapareciendo progresivamente de la conciencia de Sara, que se focalizó exclusivamente en esa voz, joven, calma, segura. Buscaba en su memoria los últimos recuerdos que tenía de su Simón, de aquel bebe recién nacido. Evocó tal vez un llanto, una pequeña mano aferrándose a su seno, una tibieza entre sus brazos que después de tanto tiempo regresaba tratando de unirse con esta voz en el teléfono, buscando un puente dentro suyo que uniera ambas orillas del río impetuoso de la ausencia no deseada. Como si estuviese diciendo algo que había preparado desde hacía mucho tiempo, Simón le informó en tono amable y hasta cariñoso, que acababa de hacerse la extracción de sangre para realizar la prueba de ADN. - Te quería decir también - agregó Simón - que hasta ahora he vivido con una familia a la cual quiero mucho, que he sido muy feliz y que si esto se confirma quisiera que vos fueses parte de esa felicidad. —Ay, pará —dijo Sara sabiendo ya con quién estaba hablando - , estoy en la calle y te oigo muy mal. Perdoná que te haya saludado como a un extraño, pero Rafael no me había dicho tu nombre y no me previno que eras vos el que me hablaría. Sara recuerda este episodio equívoco, casi un blooper, y no puede evitar reírse con una mezcla de sentimientos, evocando a la vez la desazón provocada por la confusión y la tremenda alegría que experimentaba. Hoy no podría reconstruir detalladamente esa conversación, ni siquiera puede afirmar cuánto tiempo duró. Sentía que en pocos días el ritmo de su vida pasaba de un tranco lento y tozudo a un vértigo casi imposible de sostener. Recapitulaba: el domingo le habían dado la noticia de que quizás lo habían encontrado, y al viernes siguiente ya está hablando con él por teléfono, y en esos términos. Decididamente, su vida comenzaba a parecerse a un sueño más que a la realidad. La conversación terminó cuando Sara le anunció que viajaría lo antes posible a Buenos Aires, y él aceptó la posibilidad de encontrarse con ella personalmente. Para alguien que hubiese podido observar a las dos personas al mismo tiempo, una en Montevideo y la otra en Buenos Aires, la trascendencia de la conversación le habría pasado completamente desapercibida. Sara, acostumbrada a tamizar el torrente de los sentimientos y las emociones relacionadas con este aspecto de su vida, lograba mantener una cierta compostura a pesar del tremendo sacudón, sabía cómo inventar un espacio de calma desde el cual actuar. Para Simón, sin embargo, la historia fue completamente distinta. El le diría más adelante a Sara que desde el primer momento, cuando conoció la historia que le relataron sus padres adoptivos, no tuvo dudas de que él es Simón. A partir de esa conversación Sara sintió - y aún lo siente - que existe entre ambos una “corriente” que fluye con naturalidad, como la recuperación de un vínculo que nunca se perdió completamente. Y se pregunta si ese sentimiento no se debe a que, así como ella mantuvo a su hijo presente en su memoria y en su vida, tal vez él también hizo lo mismo sin habérselo propuesto conscientemente. Sin embargo, recuerda que la voz de Simón la sorprendió mucho. - Esta no es su voz - pensó. Más adelante se interrogaría sobre la explicación de esa reacción suya, y concluyó que estaba buscando en el Simón real las similitudes con el Simón creado a lo largo de los años, con una imagen, una corporeidad tantas veces armada y desarmada. El domingo 10, un día antes de viajar a Buenos Aires, Sara y Raúl recibieron una llamada telefónica del secretario de redacción del diario La República, Gabriel Mazzarovich, advirtiéndoles que tenía la información de la posible aparición de Simón, y que el director del diario, Federico Fassano, desde Buenos Aires -donde se encontraba por razones familiares - había dispuesto que estuvieran prontos para incluir esa información al día siguiente. L situación era grave, pues el compromiso entre las partes había sido mantener la situación en la intimidad. Que la historia fuese publicada podía perjudicar el proceso de acercamiento entre madre e hijo, además de lesionar el derecho de Simón a su privacidad. Sara y Raúl se reunieron con Mazzarovich y acordaron que éste haría las gestiones ante el director para que la noticia no fuera publicada, mientras que Sara y Raúl, por su parte, tomarían contacto con un diario argentino que se presumía también tenía la información. El lunes 11 suspendieron el viaje a Buenos Aires para tratar de mantener el silencio sobre el tema. Sin embargo, comenzaron a recibir llamadas de otros periodistas, que los felicitaban por la noticia, mientras que les aseguraban que mantendrían la reserva. Evaluaron que la situación se hacía insostenible, que entraban en un vértigo de gestiones tratando de postergar la difusión de la noticia. Acordaron que se publicaría la información en La República, y junto con la noticia se daría difusión a una carta de Sara explicando la situación, estableciendo los parámetros a partir de los cuales el tema sería abordado, y el compromiso de no revelar detalles que permitiesen identificar a Simón o a su familia adoptiva en Buenos Aires. Con la perspectiva del tiempo pasado, Sara valora que a partir de ese momento sus vivencias se complicaron, puesto que ya no pudo concentrarse solamente en su estricto universo familiar, sino que debió empezar a tener en cuenta una cantidad de intereses, presiones, influencias y hasta temores que, de cierta forma, irrumpieron en su sueño. Finalmente, el martes 12 Sara llegó a Buenos Aires. Lo primero que hizo fue llamar a Simón por teléfono y combinar una cita que se fijó para el día siguiente, miércoles 13 por la tarde, en un bar sugerido por él. Simón preguntó si habría inconveniente en que acudiera acompañado porsu novia, a lo que Sara respondió que ella iría entonces con Raúl. Más tarde Sara se comunicó también con el Hospital Durán y esa misma tarde mantuvieron una entrevista con el abogado que lleva su causa en Buenos Aires, el doctor Alberto Pedroncini, con quien encaminaron trámites legales pendientes. A las seis de la tarde del miércoles 13, Sara y Raúl ingresaron a un pequeño bar ubicado apenas a dos cuadras del hotel donde se alojaban. Simón había elegido ese lugar pensando en esa ventaja. El local tiene dos pisos, y mientras ellos buscaban en la planta baja escucharon una voz desde el piso superior: - Raúl, Sara... Simón estaba al fin de la escalera. Mientras subía uno a uno esos escalones, por la cabeza de Sara iba desfilando una sucesión de imágenes, dudas, recuerdos de fracasos, sinsabores. Acostumbrada a que cada cosa que intentó hacer para ubicar a su hijo había sido luchada, dificultosa, llena de obstáculos, le parecía completamente extraño que esta situación se desanudara tan rápidamente, sin oposición de nadie y hasta con el beneplácito de quienes lo adoptaron. Al mismo tiempo veía que se acercaba a alguien que no encajaba con la imagen de Simón construida integralmente en su fuero interno. “No se puede buscar a alguien que, de alguna manera, aunque sea creada, no tiene una imagen, una forma de ser, una sonrisa. Uno construye hasta los comportamientos de la persona que falta”, reflexiona ahora. Aunque no podría dibujar esa imagen forjada en su mente, sabía que era distinta de la que estaba viendo allí, a escasos metros de distancia. La fantasía necesaria, imprescindible para la supervivencia y la lucha estaba a punto de desaparecer, barrida por la corporización del desaparecido. En los posteriores encuentros, mucho más ricos, afectivos y distendidos que el primero, aún llenos de temores e incertidumbres, la cuestión del nombre adquirió cierta importancia de significado. Varias veces Sara se detenía cuando quería nombrarlo porque no le surgía espontáneamente ninguno de los dos nombres. En ese conflicto se resumía el encuentro entre Simón, casi una entelequia compartida con miles y miles de personas, y el muchacho real que comenzaba a conocer su doble historia. Sara espera que Simón encaje dentro del que acaba de aparecer, pero sabe que será un proceso largo, sin demasiados antecedentes positivos de casos similares en los cuales apoyarse. De cierta forma, ella admite que el muchacho que encontró tiene 26 años, y Simón apenas unos meses. Es probable que algún día ambos se encuentren, pero habrá que ayudar, y mucho. Piensa que también ella deberá cambiar, ir aceptando ciertas cosas, como por ejemplo que el pasado que su hijo desaparecido compartió junto a su familia adoptiva debe ser igualmente el de Simón, el de “su” Simón. —En los tres encuentros privados que hemos tenido hasta este momento - reflexiona ahora - nunca le hemos preguntado acerca de su pasado. ¿Por qué no lo hemos hecho? Porque en ese pasado están “los otros”. Debemos admitir que estuvieron, y que seguirán estando porque el pasado no se puede modificar. Tenemos que aprender a compartir ese pasado con él -concluye. El martes 20 Sara acudió a la audiencia fijada por el juez acompañada por Raúl, el doctor Pedroncini y por Anabel Alcaide, de la Liga por los Derechos del Hombre, cuya dedicación y empeño han sido fundamentales para la investigación de los casos de uruguayos desaparecidos en Argentina. El juez les comunicó que el resultado del examen de histocompatibilidad indicaba que hay “un 99,99 por ciento de probabilidades de que ese chico de 26 años sea el hijo que ella y Mauricio Gatti tuvieron en 1976”. - Uno ha relativizado tantas veces eso de “los lazos de sangre”, de “la sangre que tira”, pero en ese momento comprobé la fuerza emotiva que puede tener un vínculo de este tipo - dice ahora -. Ese “99,99” pan mí no eran simplemente números, era el fin de una etapa y la certeza absoluta de haberlo encontrado. Es imposible trasmitir lo que sentí. Sara no consigue todavía evocar esos momentos sin ser arrasada por la emoción, por un cúmulo de sentimientos aún no completamente descifrados ni apaciguados que, prácticamente, le impiden relatar esa vivencia. Es demasiado fuerte y está demasiado fresco aún para poder contarlo. - Cuando salimos de allí – recuerda - lo llamé inmediatamente por teléfono y le comuniqué el resultado, le dije que el juez quería verlo, y que yo también quería. Proyectándose hacia el futuro, Sara espera poder recuperar algo de lo perdido durante todos estos años de separación, conquistar espacios en los cuales compartir cosas de la vida. Sabe que por ahora la situación está desbalanceada, porque él está recibiendo mucha información sobre Simón, sobre la vida virtual que ha tenido su identidad negada creciendo en Sara, en Mauricio, en Raúl, en sus compañeros y amigos, en los miles y miles de seres humanos a quienes esta historia movilizó, conmocionó, sublevó durante tanto tiempo. Pero se da cuenta de que ella ha incursionado muy poco en el muchacho que él es ahora, en la vida que ha tenido, en la comprensión de su escala de valores, en los anaqueles de su memoria psicoafectiva, en sus vivencias, en sus anécdotas de infancia y adolescencia, en fin, en la vida real que ha tenido su hijo hasta ahora. Piensa que quizás ése ha sido uno de los errores que se ha cometido con los otros niños recuperados: “Tal vez sin darnos cuenta los hemos tironeado mucho para acá, no nos hemos metido en ellos. Motivos para esa actitud es lo que sobra: siempre están las familias adoptivas y las apropiadoras que en muchos casos son una barrera muy alta. Esa presencia aporta una complejidad extrema a la situación. Pero debemos asumir su pasado, porque de lo contrario estaríamos negando a la persona que él es”. Sara tiene el propósito de conocer el que ha sido hasta ahora el mundo de Simón, sus relaciones, sus amistades, sus intereses. Valora que él ha tenido una posición muy abierta para conocer la vida de Simón, y aspira a poder mantener ella misma una actitud igualmente desprejuiciada. No desea fijarse objetivos concretos, metas, plazos, sino ir viviendo con espontaneidad las cosas que vayan pudiendo compartir. Piensa que es probable que Simón y su compañera tengan hijos en poco tiempo más, y los niños es un terreno en el cual Sara se siente muy segura. “Me gustan mucho los niños y siempre establezco buenas relaciones con ellos. Tal vez pueda ser una vivencia reparadora para ambos que él esté criando su propio hijo, y que yo esté cerca”, imagina. Lo cieno es que entre Sara y Simón, casi desde el primer momento en que uno supo de la existencia concreta del otro se instaló un piso afectivo sorprendentemente espeso, consistente, material, que en otros casos, casi todos, no se encuentra tan rápidamente. Quizás haya colaborado para eso la búsqueda mutua, Ja de Sara sabiendo lo que buscaba, la de Simón tratando de reconocer un vacío. Tü1 vez cuando abrieron los ojos, cuando se terminó el apagón, descubrieron que aún a ciegas estaban uno al lado del otro, casi tocándose, en el mundo de los afectos negados pero deseados. Ese mundo ha cambiado radicalmente. Sara y Simón se encuentran hoy en el mundo real del afecto posible, e intentan construirlo paso a paso, alertas a sus respiraciones para que no aparezcan signos de fatiga, de esfuerzo excesivo, de exigencia desmedida. Cuidar uno del otro es una de las foitnas básicas del amor, y en eso están. Por eso este relato se detiene en las puertas de la intimidad, el umbral donde termina lo que pertenece exclusivamente a Sara, a su historia y a su papel social, a su lucha compartida con tantas y tantos. Lo que sigue ya no es un testimonio sino una vida compartida en construcción. Quizás algún día también se cuente esa historia, que ya no será la de Sara, sino la de Sara y su hijo aparecido, Simón.